Por
Carlos Tomasini
Veo
en Facebook el post de alguien que –según yo- nunca ve el futbol, pero comparte
una serie de videos de YouTube en donde, apelando al fair play (o “juego limpio
para los que odian los anglicismos), diversos jugadores de selecciones y clubes
de otros países fallan penales a propósito o le dicen al árbitro que cambien su
decisión.
Los
videos están padrísimo y hasta conmovedores, pero en ningún caso se trataba de
un torneo importante o se jugaban el pase a una final, pero esta persona exigía
que la Selección Nacional debió haber hecho lo mismo durante la semifinal de la
Copa Oro 2015, en donde el Tri salió beneficiado después de que el árbitro le
marcara a su rival en turno (Panamá) un penal, el cual, supuestamente, era
inexistente.
Durante
ese juego, que se disputó el pasado miércoles por la noche, los usuarios de las
redes sociales estaban volcados en críticas contra el pésimo juego que había
presentado la Selección y que estaba a punto de constarle la eliminación del
torneo, pero el penal de último minuto despertó una polémica, que primero se
centró en si había sido o no penal y que luego se convirtió, gracias a las
opiniones de los comentaristas de la transmisión de televisión, en si debían o
no anotar convertir en gol el penal.
Finalmente,
Andrés Guardado, el jugador que ejecutó la pena máxima, anotó tras una
excelente ejecución, lo que ahora despertó el debate tuitero y feisbuquero
sobre si había hecho bien o mal, pero todos nos fuimos a dormir sin ponernos de
acuerdo.
En
la mañana del jueves, en un programa de radio, escuché al experto en deportes
de ese espacio, un personaje que suele ser ecuánime y centrado, diciendo que lo
único que hizo la Selección fue hacer su partido y que los errores del árbitro
no se le podían achacar a los jugadores, lo cual me pareció muy lógico porque
no se trató de un engaño premeditado de parte de un jugador… como sí sucedió
con el delantero Oribe Peralta unos días antes cuando se tiró en el área al
final del partido contra Costa Rica.
Pensar,
como hizo este conductor de noticias radiofónicas, que el futbol es más que un
negocio, es pecar de inocente, porque sí lo es, además de que se hizo popular
gracias a que la televisión encontró en él una excelente forma de hacerse
llegar dinero (y que hoy superó a las telenovelas y noticiarios en ingresos por
publicidad); del mismo modo, los aficionados a este deporte siguen a sus
equipos favoritos a través de la TV, apegados a los horarios y condiciones que marca
un programador que toma decisiones con base en los momentos en que más gente
está pegada a la pantalla del televisor.
Como
hemos dicho otras veces en este espacio, nada en la vida se cambiará “a
tuitazos”, por lo que quejarse en las redes sociales y echarle la culpa de los
males del País a un partido de futbol tampoco es buena opción. ¿Entonces qué se
puede hacer?
Como
dejar de ver futbol no es la mejor opción para muchos que ya (nos guste o no
aceptarlo) nos “enajenamos” con este deporte, una de las mejores soluciones es
aplicar la tecnología que ya está disponible a nivel mundial.
Por
ejemplo, en el basquetbol de la NBA o en el futbol americano de la NFL, una
jugada dudosa como la que le dio el empate a la Selección Nacional se hubiera
resuelto en unos minutos mediante la revisión del video que captan la media
docena de cámaras que están cerca de la jugada y que le dan a los árbitros un
mayor número de ángulos para tomar una decisión (hoy, la deben de tomar en un
par de segundos).
Y
no es que la NBA o la NFL estén libres de casos sospechosos (¿se acuerdan de
los balones desinflados del año pasado antes del Super Bowl?), pero estas
acciones le dan un poco más de claridad y justicia a lo que sucede en la
cancha. Basta con un monitor, algunos cables, un reproductor de video, una
antena ¡y listo! Nada del otro mundo para implantarlo.
Para
otras jugadas dudosas, como el fuera de lugar o si el balón entró o no a la
portería, ya existen equipos y sensores especiales que sólo están esperando la
autorización del máximo organismo del futbol para poder implementarlos… pero,
por ahora, parece que la FIFA tiene otros asuntitos más urgentes que resolver y
que involucran el futuro del negocio.
La
justicia deportiva no existe, es parte del juego y sus costos deben estar
calculados desde el momento en que se acepta participar en él, pero la
tecnología puede ayudar a que ese sueño esté un poco más cerca de convertirse
en realidad (o, al menos, jugar con reglas más claras).
Asimismo,
discutir por horas en redes sociales y medios de información un resultado que
ya quedó atrás tampoco resuelve mucho, ya que el debate debería estar dirigido
al cambio de las reglas y no a un marcador o una decisión que ya no se pueden
cambiar.
Y
si nos ponemos “intrigosos”, pues gastar tanto tiempo en estas discusiones o en
las de temas como las de un divorcio en lo más alto de la clase política o si
una diputada perredista pide que se expulse del País a Laura Bozzo nos distrae
de asuntos verdaderamente importantes, como el de los 43 de Ayotzinapa, el de
los maestros de Oaxaca, el del precio del dólar, el de las reformas en la
educación y la economía, el de un moderno avión que está por llegar o el de un
peligroso narcotraficante que se escapó de la cárcel y que querían las
autoridades de Estados Unidos. Digo, por mencionar algunos.
Así
que sería bueno centrarse en lo verdaderamente importante y enfocar nuestros
tuits y posts de Facebook en propuestas a futuro y no en querer cambiar el
pasado. Por ahora, proponemos que en el futbol se acepte la revisión en video
de las jugadas dudosas.
Así
de simple.