sábado, 25 de julio de 2015

Al futbol le urge la tecnología


Por Carlos Tomasini 


Veo en Facebook el post de alguien que –según yo- nunca ve el futbol, pero comparte una serie de videos de YouTube en donde, apelando al fair play (o “juego limpio para los que odian los anglicismos), diversos jugadores de selecciones y clubes de otros países fallan penales a propósito o le dicen al árbitro que cambien su decisión.



Los videos están padrísimo y hasta conmovedores, pero en ningún caso se trataba de un torneo importante o se jugaban el pase a una final, pero esta persona exigía que la Selección Nacional debió haber hecho lo mismo durante la semifinal de la Copa Oro 2015, en donde el Tri salió beneficiado después de que el árbitro le marcara a su rival en turno (Panamá) un penal, el cual, supuestamente, era inexistente.



Durante ese juego, que se disputó el pasado miércoles por la noche, los usuarios de las redes sociales estaban volcados en críticas contra el pésimo juego que había presentado la Selección y que estaba a punto de constarle la eliminación del torneo, pero el penal de último minuto despertó una polémica, que primero se centró en si había sido o no penal y que luego se convirtió, gracias a las opiniones de los comentaristas de la transmisión de televisión, en si debían o no anotar convertir en gol el penal.



Finalmente, Andrés Guardado, el jugador que ejecutó la pena máxima, anotó tras una excelente ejecución, lo que ahora despertó el debate tuitero y feisbuquero sobre si había hecho bien o mal, pero todos nos fuimos a dormir sin ponernos de acuerdo.



En la mañana del jueves, en un programa de radio, escuché al experto en deportes de ese espacio, un personaje que suele ser ecuánime y centrado, diciendo que lo único que hizo la Selección fue hacer su partido y que los errores del árbitro no se le podían achacar a los jugadores, lo cual me pareció muy lógico porque no se trató de un engaño premeditado de parte de un jugador… como sí sucedió con el delantero Oribe Peralta unos días antes cuando se tiró en el área al final del partido contra Costa Rica.



Pensar, como hizo este conductor de noticias radiofónicas, que el futbol es más que un negocio, es pecar de inocente, porque sí lo es, además de que se hizo popular gracias a que la televisión encontró en él una excelente forma de hacerse llegar dinero (y que hoy superó a las telenovelas y noticiarios en ingresos por publicidad); del mismo modo, los aficionados a este deporte siguen a sus equipos favoritos a través de la TV, apegados a los horarios y condiciones que marca un programador que toma decisiones con base en los momentos en que más gente está pegada a la pantalla del televisor.



Como hemos dicho otras veces en este espacio, nada en la vida se cambiará “a tuitazos”, por lo que quejarse en las redes sociales y echarle la culpa de los males del País a un partido de futbol tampoco es buena opción. ¿Entonces qué se puede hacer?



Como dejar de ver futbol no es la mejor opción para muchos que ya (nos guste o no aceptarlo) nos “enajenamos” con este deporte, una de las mejores soluciones es aplicar la tecnología que ya está disponible a nivel mundial.



Por ejemplo, en el basquetbol de la NBA o en el futbol americano de la NFL, una jugada dudosa como la que le dio el empate a la Selección Nacional se hubiera resuelto en unos minutos mediante la revisión del video que captan la media docena de cámaras que están cerca de la jugada y que le dan a los árbitros un mayor número de ángulos para tomar una decisión (hoy, la deben de tomar en un par de segundos).



Y no es que la NBA o la NFL estén libres de casos sospechosos (¿se acuerdan de los balones desinflados del año pasado antes del Super Bowl?), pero estas acciones le dan un poco más de claridad y justicia a lo que sucede en la cancha. Basta con un monitor, algunos cables, un reproductor de video, una antena ¡y listo! Nada del otro mundo para implantarlo.



Para otras jugadas dudosas, como el fuera de lugar o si el balón entró o no a la portería, ya existen equipos y sensores especiales que sólo están esperando la autorización del máximo organismo del futbol para poder implementarlos… pero, por ahora, parece que la FIFA tiene otros asuntitos más urgentes que resolver y que involucran el futuro del negocio.



La justicia deportiva no existe, es parte del juego y sus costos deben estar calculados desde el momento en que se acepta participar en él, pero la tecnología puede ayudar a que ese sueño esté un poco más cerca de convertirse en realidad (o, al menos, jugar con reglas más claras).



Asimismo, discutir por horas en redes sociales y medios de información un resultado que ya quedó atrás tampoco resuelve mucho, ya que el debate debería estar dirigido al cambio de las reglas y no a un marcador o una decisión que ya no se pueden cambiar.



Y si nos ponemos “intrigosos”, pues gastar tanto tiempo en estas discusiones o en las de temas como las de un divorcio en lo más alto de la clase política o si una diputada perredista pide que se expulse del País a Laura Bozzo nos distrae de asuntos verdaderamente importantes, como el de los 43 de Ayotzinapa, el de los maestros de Oaxaca, el del precio del dólar, el de las reformas en la educación y la economía, el de un moderno avión que está por llegar o el de un peligroso narcotraficante que se escapó de la cárcel y que querían las autoridades de Estados Unidos. Digo, por mencionar algunos.



Así que sería bueno centrarse en lo verdaderamente importante y enfocar nuestros tuits y posts de Facebook en propuestas a futuro y no en querer cambiar el pasado. Por ahora, proponemos que en el futbol se acepte la revisión en video de las jugadas dudosas.




Así de simple.

sábado, 18 de julio de 2015

Queremos “agarrar” al “Chapo” a tuitazos

Por Carlos Tomasini


Al despertarme la mañana del domingo (muy temprano para ser domingo), vi en mi celular las alertas que llegaron durante la noche a través de las apps de los periódicos notificando que Joaquín Guzmán Loera, conocido por sus cuates como el “Chapo”, se había vuelto a fugar de una cárcel de máxima seguridad.


Todavía medio dormido, tuve que verificar que se tratara de una noticia nueva y no de una broma del Deforma.com, ¡porque a eso sonaba!, ya que el narcotraficante se había fugado ya en 2001 y, sinceramente, sonaba irreal.


Al meterme a Twitter para comentar la noticia y ver qué comentaban los demás, me entró la sensación de que me había enterado demasiado tarde, lo cual es irrelevante para hechos prácticos, pero admito que me invadió ese sentimiento de culpa que le da a los tuiteros cuando no están en la discusión en tiempo real.


Pero la realidad es que enterarte antes o después de algo no te hace peor o mejor persona cuando tu trabajo o tu vida no depende de eso, ¿entonces por qué todos quieren ser los primeros en saber de algo y tuitearlo? Si no me creen, basta con ver la rapidez con la que los tuiteros avisan (avisamos) a sus contactos que está temblando o reportar la magnitud que tuvo el sismo incluso antes de que el Sismológico Nacional lo dé a conocer.


Otra cosa que observé es que todos los usuarios de redes sociales quieren opinar sobre cualquier acontecimiento, lo cual es estupendo, ya que es un ejercicio de libertad de expresión fenomenal que todavía no alcanzamos a valorar del todo; pero lo que sí es condenable es cuando todos tienen una teoría de lo que pasó, la defienden a morir (aunque no tengan ningún tipo de fundamentos) y, además, atacan a quien no piensa igual que ellos.


Durante las horas posteriores a la fuga del “Chapo” nadie sabía exactamente cómo se habían registrado los hechos (bueno, él y sus cómplices sí), pero las redes sociales ya estaban invadidas de todo tipo de teorías del complot, inclusive antes de que existiera una versión oficial (¡a partir de la cual ya se podrían tejer mejores teorías del complot!).


Para el mediodía, la noticia ya parecía vieja (porque, además, no había nada de información nueva) en las redes sociales y no había teoría o expresión de indignación que no se hubiera dicho ya. El tema, aunque seguía vigente, estaba un tanto agotado.


El análisis de la noticia se hizo en menos tiempo que el que tardaron las autoridades para actuar, y hoy, después de tantos tuits y posts en Facebook, todavía no se sabe nada concreto de cómo se dio la fuga o de dónde está escondido el “Chapo”.


¿Qué tan útil es discutir y acusar en las redes sociales si de todas formas el asunto principal no se soluciona? Ya hemos hablado en este espacio de los “activistas de sofá”, esos que quieren arreglar al mundo desde su cuenta de Twitter apoyando todo tipo de causas, pero ahora estamos viendo cómo emerge una variante de estos personajes, algo así como un CSI tuitero, verdaderos inspectores que creen que son capaces de encontrar al chapo con comentarios de 140 caracteres.


Hay muchas personas que participaron en esta fuga, desde los arquitectos e ingenieros que diseñaron el túnel hasta el personal de la prisión que lo dejó escapar, pasando por los familiares y el equipo cercano al “Chapo” que lo ayudó a fugarse… y esos no han dicho nada en Twitter o Facebook… y quizá nunca lo dirán. Son ellos quienes saben la verdad, nadie más.


En las redes sociales la verdad que cuenta es la de cada quién, no la de los verdaderos implicados, ya sea la de un Presidente que supuestamente no se lleva bien con su esposa o la de una cantante a la que, aseguran las masas, se le cayó una toalla sanitaria en vivo mientras se presentaba en televisión nacional.


Los usuarios de las redes sociales debemos aprender que éstas sí se pueden usar para cambiar el mundo, pero eso pasará únicamente cuando lo que se diga en ellas empuje a una verdadera acción… ¿por qué no, en vez de estar inventando teorías del complot sobre la fuga del “Chapo”, mejor nos ponemos todos a exigir que las autoridades hagan su chamba y lo detengan? Pedirles que pongan en orden a los penales, invitar a la sociedad a que evite todo tipo de corrupción o invitar a nuestros familiares y amigos a no comprar las drogas que alimentan este mercado ilegal. Eso casi no se hace en estas discusiones y en verdad que hace falta.


En resumen, no vamos a avanzar a ningún lado mientras queramos “agarrar” al “Chapo” a tuitazos.



Así de simple.

sábado, 4 de julio de 2015

Jacobo Zabludovsky, el gadgetero

Por Carlos Tomasini 


En la televisión mexicana, Jacobo Zabludovsky, -que murió hoy a los 87 años-, fue una de las primeras personas que aprovecharon la tecnología para dar noticias, pero su símbolo más icónico fue un gadget que hoy es un clásico: unos enormes audífonos.


En los 70, donde el gadget más llamativo era una consola (un enorme tocadiscos con grandes bocinas), los audífonos que usaba Jacobo eran un símbolo de despliegue tecnológico, de vanguardia, de estar al día, de usar todos los recursos para la televisión, una imagen hasta futurista, pues… pero varios años después, en una conferencia, alguien le preguntó hacia dónde estaban conectados, a lo que él respondió: “a ningún lado”.




Y sí, esos modernos y grandes (muy grandes) audífonos eran sólo parte de su vestuario, parte del show, como también lo eran unas llamadas telefónicas que, supuestamente, interrumpían el ritmo del noticiero y que una telefonista (que se llamaba simplemente “Lupita”) le pasaba a través de un conmutador que solía fallar al aire cuando Jacobo oprimía el botón de la “línea 2”.


Esas llamadas, que supuestamente eran de última hora, solían ser de larga distancia, para que sus corresponsales en Madrid, Israel, el Vaticano o Washington le comentaran hechos que, inclusive, se habían registrado un par de días antes o que, aprovechando la inocencia que todavía tenía la TV, eran hasta previamente grabadas.


Los enlaces vía satélite, cuando eso todavía parecía sacado de la ciencias ficción, fueron otro de los despliegues tecnológicos que gustaba presumir Zabludovsky, y que, años después, fue la punta de lanza para anunciar un sistema de noticias en español que seguía los pasos de CNN y que llevaba por nombre ECO, canal que se vería en toda Latinoamérica y España, lo que, en 1988, fue un importante adelanto en temas de globalización y telecomunicaciones.


La escenografía de ECO también pretendía mostrar tecnología, ya que fue la primera vez que se vio en México que en el set de un noticiario se presumiera la redacción y los monitores en los que se veían otros canales de TV o se editaban las noticias que se transmitirían minutos después al aire.




Pero el momento en el que Jacobo Zabludovsky mostró que contaba con uno de los mayores despliegues tecnológicos, literalmente, en la palma de su mano, fue cuando, minutos después del terremoto del 19 de septiembre de 1985 que dejó incomunicada a la Ciudad de México (se interrumpió la telefonía y energía eléctrica, mientras que la televisión salió varias horas del aire), realizó una transmisión en vivo a través de la radio (en la XEW) directamente desde el teléfono que tenía instalado en su coche, varios años antes de que la telefonía celular llegara al País.


Durante unas cuatro horas, Jacobo fue el único periodista que recorrió el centro de la ciudad y narró en vivo cómo las personas se habían organizado para rescatar a quienes habían quedado atrapados en los escombros de los edificios de zonas como Paseo de la Reforma y Eje Central, así como el momento en el que presenció cómo su oficina (en Televisa Chapultpec) estaba reducida a escombros.


Manejando con una mano y en la otra sosteniendo el teléfono (cuyo auricular todavía tenía un cable que le impedía separarse del coche cuando, por ejemplo, realizaba una entrevista durante esa cobertura), el periodista pasó sobre montones de escombros y circuló en sentido contrario, pero siempre manteniendo abierta la comunicación, gracias a que ese aparato funcionaba con un sistema de radio y no, como ahora, de celular.
  


Así, durante muchos años, Jacobo Zabludovsky fue uno de los pioneros en la forma de presentar noticias en la televisión aprovechando y presumiendo los avances tecnológicos, cuando éstos todavía parecían sacados de la ciencia ficción.


Sobre la manera en la que decía o no la verdad y si estaba o no cercano al poder, se puede hablar en otra parte. Aquí, sólo recordamos al Jacobo gadgetero.


Así de simple.